domingo, 27 de junio de 2010

Andes Centrales

Período Preclásico

CULTURA CHAVÍN
Entre aproximadamente el 1200 y el 200 a.C., floreció en el norte del altiplano peruano, en el centro ceremonial de Chavín, una civilización paralela en muchos sentidos a su contemporánea mesoamericana de los olmecas. Ambas fueron importantes culturas dentro de sus áreas arqueológicas, y ambas usaron imágenes felinas en sus iconografías religiosas. Parece ser que la influencia artística de Chavín no se extendió a través de conquistas sino por difusión religiosa y cultural. Pueden encontrarse muestras de la influencia artística e iconográfica de la cultura Chavín en emplazamientos que van desde Ecuador hasta el sur de la costa peruana. Chavín de Huantar está compuesto por una serie de plataformas y templos con arcos saledizos en algunos corredores. Los ejemplos más sobresalientes de escultura en piedra dentro del área central andina se encuentran en Chavín de Huantar o en emplazamientos relacionados con la cultura chavín como Cerro Blanco y Cerro Sechín. Sin embargo, a diferencia de la cultura olmeca y otras culturas mesoamericanas, la chavín y otras civilizaciones peruanas posteriores produjeron muy pocas esculturas exentas en piedra o figurillas de barro. El relieve plano chavín alcanzó su apogeo en el estilizado diseño rectilíneo de la estela conocida como Raimondi, que debe su nombre al naturalista y profesor italiano Antonio Raimondi, estudioso de Perú desde que llegó en 1849. La vasija de asa de estribo, o caño estribo (un recipiente cerrado que tiene un asa hueca en forma de U coronada por un pico tubular), se originó probablemente en el norte del Perú y se convirtió en la vasija más característica de la cerámica chavín. Al igual que la olmeca, la buena cerámica chavín se hacía en enclaves alejados de los principales centros ceremoniales. En Cupisnique, Chongoyape y Tembladera, situados en los valles costeros del norte del Perú, se hacían vasijas de gran calidad en forma de efigie, con diseños abstractos y realistas.
Con el desarrollo de la metalurgia, la civilización chavín destacó en la elaboración de adornos corporales en oro repujado. Las piezas más características son las placas decorativas para adornar la ropa y las altas coronas cilíndricas con relieves de tema mitológico que usaba la nobleza chavín.

Los centros eran organizados bajo un sistema teocrático, había una élite que controlaba el culto así como el intercambio de productos con otras áreas. En el caso de Chavín de Huántar, en el centro se halla la Galería de Ofrendas, donde se pueden encontrar restos de objetos de lucro, como objetos en piedra y cerámica decorada, y restos de animales de distintas zonas andinas.
Los miembros de la élite se distinguían por el uso de coronas, orejeras, narigueras y collares, elementos que representaban la categoría de quien los utilizaba, encargados del culto “felínico”. Este culto era visual, el dios felino, probablemente un jaguar, estaba representado en imágenes aterradoras, que representaban creencias complejas, y vinculaban a los hombres con los animales, y a los miembros de los distintos grupos entre sí.
Cada centro ceremonial pudo haber tenido su propia divinidad, pero compartió algunos elementos con los otros templos, ya que el afán principal de esta cultura agrícola era el control del agua y la fertilidad de la tierra.

Andes Clásico

Período Clásico


Cultura Mochica


Esta cultura se desarrolló entre los siglos I al VIII d.C. en la costa norte del Perú ocupando los valles de Chicama, Moche y Virú, en La Libertad, su influencia llegó hasta Lambayeque por el norte y Huarmey (Ancash) por el Sur, aunque se expandió, solo abarcó la costa, no se desarrolló por otra regiones.
A pesar de que la cultura moche era una sociedad militar, poseía un gusto artístico muy refinado. En sus tumbas se han hallado objetos de cerámica y orfebrería que superan en delicadeza y perfección a los de otras regiones del área central andina.
La cerámica moche es una de las más populares de Perú por su realismo y carácter escultórico que la sitúa entre las más refinadas del periodo precolombino. Los llamados jarros retrato, son recipientes en los que el ceramista ha modelado los rasgos faciales y psicológicos de una persona. En otras piezas se representan escenas de la vida religiosa y militar, pintadas en finos tonos siena y rojos sobre fondo amarillo. La cerámica erótica moche es una de las más abundantes del periodo precolombino. Se cree que tenía una finalidad ceremonial, y mediante ella se establecía un verdadero código moral.
Los trabajos en metal de los moches eran más elaborados y de una técnica más avanzada que los de civilizaciones precolombinas anteriores. Los adornos corporales realizados con oro, plata, cobre y aleaciones solían tener incrustaciones de turquesas y lapislázuli. Los motivos eran geométricos y mitológicos, especialmente de la deidad felina.

Huaca del Sol

La Huaca del Sol no es un templo dedicado al dios Sol sino, más bien, un edificio construido con fines administrativos, consistente en una pirámide escalonada de unos 43 metros de altura. Cuenta con cinco grandes terrazas, la mayor de ochenta metros de longitud, sobre unas bases de 228 de largo por 136 de ancho y la plataforma de 18 metros de altura, está coronada por una pirámide de 23 metros de alto, que tiene una base cuadrangular de 103 metros de lado.
Según la leyenda, este monumento fue construido en tres días por un cuarto de millón de hombres habiendo utilizado aproximadamente unos 130 millones de adobes. Esta Huaca fue el centro político administrativo de esta cultura y de vivienda para la alta sociedad.

Huaca de la Luna

La Huaca de la Luna fue el centro ceremonial religioso de la mitología mochica. Situada a medio kilómetro de la Huaca del Sol, esta construcción destaca por tener templos que fueron superpuestos y construidos en diferentes períodos. Tiene una base cuadrada de 87 metros de lado y una altura de 21 metros. En su plataforma superior se levantaban una serie de salas decoradas con figuras humanas.
En un altar ceremonial del último templo construido fueron descubiertos los restos de 40 guerreros sacrificados. Es importante destacar que para esta cultura era un honor inmenso el poder ser sacrificado.
La Huaca de la Luna conserva interesantes pinturas murales de 5 colores (blanco, negro, rojo, azul y mostaza), los cuales fueron obtenidos de minerales, y relieves donde se puede apreciar la divinidad moche llamada Ai-Apaek o el dios degollador.


Cultura Nazca


La cultura Nazca, del sur de la costa peruana, en el valle del río Nazca, era casi coetánea de la de los moches. (300 a.C a 800 d. C).Como sus predecesores, los paracas, los Nazca produjeron pocas obras arquitectónicas pero destacaron en los tejidos y la cerámica de diseños estilizados y colores brillantes, totalmente diferente a la del norte del Perú, de diseño realista y colores sobrios.

La cerámica Nazca es de exuberante policromía y con diseños y decoración audaces. Ya no utiliza incisiones profundas como la de Paracas y el color se aplica antes de la cocción y no después de ella. Aunque tanto los moches como los Nazca hicieron vasijas en las que combinaban elementos modelados y dibujados, los primeros preferían la cerámica escultural y los segundos la pintada.

Uno de los vestigios más enigmáticos del legado precolombino son las líneas dibujadas en el desierto de Nazca. Conocidos como los dibujos zoomorfos, fueron realizadas arrancando las piedras de la superficie oscura para dejar al descubierto un sustrato más claro. Los dibujos representan, a una escala enorme, formas geométricas, animales, pájaros y peces que sólo pueden apreciarse en su totalidad desde el aire. Se asemejan a las imágenes pintadas de la cerámica Nazca y se cree que probablemente tuvieran una función ceremonial o astronómica.

Cultura Paracas

Entre el año 900 y el 400 a. de C. floreció otra civilización en la costa sur del Perú, la de Paracas. La cultura de Paracas es conocida sobre todo por sus tejidos, que se han conservado en perfecto estado gracias a la extrema aridez de la zona. Los muertos eran amortajados con telas y enterrados en tumbas, en las que la sequedad del aire momificaba los cuerpos. Dichas mortajas son de gran interés arqueológico ya que las telas están bordadas, tejidas o pintadas de forma muy elaborada con motivos felinos claramente relacionados con los de Chavín de Huantar, en el altiplano.También se aprecia una clara influencia chavín, especialmente en lo relacionado con la utilización de la iconografía felina, en las vasijas con forma de efigie halladas en la necrópolis de Paracas.

Cultura Tiahuanaco

En todas las investigaciones arqueológicas realizadas para descubrir los restos de las civilizaciones preincaicas, uno de los hallazgos más importantes fue el de los restos de la civilización de Tiahuanaco, vecina a la cuenca del lago Titicaca, a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar.
Los investigadores distinguen cinco períodos en la historia de Tiahuanaco, una civilización que abarca más de dos mil años. Los dos primeros períodos (800 a.C.-400 d.C.) conforman el estadio o etapa aldeana. Hacia el siglo V de nuestra era, Tiahuanaco puede considerarse ya una verdadera urbe, entrando en lo que se conoce como estadio o etapa urbana, cronológicamente correspondiente al Clásico Temprano de los Andes Centrales (100-800 d.C.). El auge de la clase dirigente-sacerdotal se manifiesta en la construcción de templos y palacios que, entre el 200 y 800 d.C., embellecieron la ciudad, sobre todo su núcleo o foco ceremonial.
La parte central de Tiahuanaco constaba de seis conjuntos arquitectónicos, entre los que se distinguían pirámides, templos, monolitos, estelas y esculturas talladas en piedra. Su estructura más importante era el Akapana, pirámide truncada compuesta por tres cuerpos en cuya cima probablemente se levantaba el templo. Frente a ella se levantaba el Kalasasaya, plataforma rectangular de la que sólo quedan en pie una serie de monolitos que debieron servir de soporte a los muros. Sobre otra plataforma descansaba la Puerta del Sol. Al este del Kalasasaya se encuentra el Templete semisubterráneo, enorme pozo de 1.70 m de profundidad y 742 m2 de superficie.
La transformación de Tiahuanaco en ciudad estuvo conectada al surgimiento de un estado, encarnado en la casta dirigente mantenida por la gran masa campesina, cuya acción estuvo avalada por un ejército poderoso.
Puerta del Sol

La parte central del dintel de la Puerta del Sol en Tiahuanaco (Bolivia) está decorada con bajorrelieves geométricos. El dios que representa luce un tocado con cabezas de pumas. Esta puerta ceremonial se construyó en el siglo IX.
El arte y la arquitectura de Tiahuanaco concedían mayor importancia al hecho de que las obras fueran austeras y perdurables. Los motivos decorativos y las imágenes religiosas son de gran rigidez. Tanto las edificaciones como las esculturas se caracterizan por su aspecto monolítico y monumental. La Puerta del Sol de Tiahuanaco, hecha de un solo bloque de piedra y decorada con relieves de espléndida ejecución, tiene 3 metros de altura y 4 de ancho, y debe su monumentalidad a la grandiosidad del diseño. Diseminadas por toda la zona de Tiahuanaco hay estatuas monolíticas antropomórficas que alcanzan alturas de más de 6 metros y están decoradas con bajorrelieves. Fue una de las pocas culturas del área central andina que utilizó la piedra de forma masiva en arquitectura, escultura y objetos ceremoniales.
Huari
La civilización huari (o wari), aunque tenía la misma religión e iconografía que la civilización de Tiahuanaco, presentaba características socioeconómicas distintas. Aproximadamente entre el año 750 y el 1000 el imperio Huari puso fin al regionalismo cultural en Perú, preparando así la unificación cultural del periodo inca.
Al igual que la moche, la huari era una sociedad guerrera que apreciaba el arte y el diseño. Las culturas huari costeras (conocidas antaño como tiahuanacos de la costa) produjeron tejidos de la más alta calidad. Muchos de los diseños, especialmente el de los ponchos, eran abstracciones de los motivos pintados en la cerámica de Tiahuanaco. Aunque menos refinada que ésta, la cerámica huari se caracteriza por su solidez, lo audaz de sus diseños y la riqueza de la policromía.