domingo, 17 de marzo de 2013

OLMECAS


LA CULTURA OLMECA

Una de las grandes civilizaciones sobre las que se asienta la Historia de México es la Cultura Olmeca, los primeros en establecerse en México, más concretamente, en la región que comprende la parte sur del estado de Veracruz y al oeste del estado de Tabasco, sobre el Golfo de México, entre el río Grijalva y el Papaloapa, ocupando un área de 18.000 kilómetros cuadrados. Limitada por las montañas de los Tuxtlas, y por la Sierra Madre del Sur se encuentra la región denominada área metropolitana o zona nuclear debido a que en ella se encuentran las que tal vez fueron sus capitales: La Venta, San Lorenzo y Tres Zapotes. La ubicación de estos lugares muestra que los olmecas preferían los cursos de los ríos, donde la agricultura podía beneficiarse de las lluvias periódicas y de la proximidad de los bosques.
Es posible situar esta civilización entre los años 1300 y 600 a.C., basándonos principalmente en su producción escultórica en piedra. Sin embargo es mucho lo que se desconoce sobre este pueblo. Existen numerosas interpretaciones acerca del origen de esta cultura y cómo se desarrolló. Para algunos, y esta es la interpretación más aceptada y extendida, es la cultura madre de la civilización en Mesoamérica. Pero es tanto lo que se desconoce que llega hasta el punto de no saber si las ciudades en realidad tenían una unidad política, o por el contrario, fueron una especie de ciudades-estado que tan sólo les unía una serie de vínculos religiosos, económicos y culturales.
Aunque ignoramos el número concreto de yacimientos, todo indica que los principales centros olmecas fueron La VentaSan Lorenzo y Tres Zapotes, en ellos se han encontrado grandes edificaciones e impresionantes esculturas.
San Lorenzo
Es el yacimiento olmeca más estudiado, y el único del que se ha trazado un mapa detallado. Se puede fechar antes de 1300 a.C.
El centro ceremonial de San Lorenzo, localizado cerca del Río Coatzacoalcos en la costa de las tierras bajas de la ciudad de Veracruz, mide más de un kilómetro en una línea que corre de norte a sur. La mayoría de sus construcciones fueron erigidas sobre una gran plataforma de 45 m de altura y 50 hectáreas de superficie. Este asentamiento contó con plazas rectangulares y estructuras habitacionales, se han hallado numerosos basamentos de casas, se cree que la población pudo haber llegado a mil personas, pero es obvio pensar que esta ciudad servía como centro ceremonial a un número mucho mayor de personas. Lo más destacado de este asentamiento es la construcción de un sistema de control hidráulico.
La Venta

En 1100 a.C., y según las fechas de radiocarbono, comienza su construcción. Es una zona arqueológica ubicada en el extremo noroeste del estado mexicano de Tabasco, a unos escasos quince kilómetros de la costa del golfo de México.
Se levanta sobre una isla en medio de la región pantanosa que forma el río Tonalá, que forma el límite entre Tabasco y Veracruz. Posee una orientación norte-sur y se compone de diez complejos ocupados por 111 estructuras.
Las características principales del sitio son la zona A, que se compone de diez montículos distribuidos en dos patios cerrados, al norte, por el montículo A-2. La zona B muy deteriorada, y el complejo C, al norte que consta de una extensa plataforma con una gran pirámide, construida en arcilla y revestida de piedra. Es una de las pirámides más tempranas conocidas en Mesoamérica que contiene 100.000 m³. de terraplen de tierra, mide 32 metros de altura y posee un diámetro de 128 metros.
Los edificios fueron construidos con barro seco, las estructuras de piedra son casi inexistentes. Los monumentos están agrupados en torno a una plaza rodeada de columnas de basalto. El concepto de centro ceremonial, así como el orden y la simetría, son muy palpables.
Desde el año 1000 hasta el 600 a.C. este asentamiento presenta una mayor monumentalidad escultórica y un trazo de la ciudad aún más organizado. Aproximadamente en el año 800 a.C. tuvo su apogeo, su destrucción se sitúa aproximadamente entre el 500 y el 400 a.C.
Tres Zapotes

Situado en las tierras bajas del golfo de México en el llano del río Papaloapan, al sur de Veracruz. Puede fecharse entorno al 1000 a.C., aunque es a partir del 500 al 100 a.C. cuando se da su apogeo. Es el menos conocido de los yacimientos olmecas, aunque fue contemporánea de los anteriores, e incluso les sobrevivió.
El centro ceremonial tiene más de 50 montículos agrupados en patrones regulares. Uno de los hallazgos más importantes fue la Estela C que tiene una fecha de tipo maya (31 a.C.) la cual proporcionó los primeros indicios de la antigüedad de los olmecas, el sistema de barras y puntos fue adoptado más tarde por los mayas y los zapotecos. Su decadencia y fin se fecha aproximadamente entre el 100 a.C. y el 100 d.C.
Manifestaciones artísticas
De las realizaciones artísticas olmecas, lo más destacable es, sin duda, la escultura y el relieve. A pesar de no existir una cantera de piedra cercana, se cree que las transportaban de la provincia de Tuxtlas y de las laderas de la sierra de Chiapas, realizaron enormes monumentos de piedra y esculpieron colosales figuras.
Trabajaron con piedras volcánicas, así como con piedras duras y semipreciosas, principalmente con jadeítas traslúcidas de color verde esmeralda, azul verdoso o grisáceo y, en menor escala, la serpentina, la hematita y hasta se han encontrado en La Venta cuentas de amatista y de cristal roca.
Su esmerada factura, así como su perfección no fue alcanzada por ningún pueblo civilizado del Nuevo Mundo en el tratamiento de las piedras duras como lo hicieron los olmecas. Fueron ellos los primeros en posicionar las jadeitas por encima de metales tan preciados como el oro o la plata. Esto se perpetuó en toda la América Media, desde los mayas hasta los aztecas.
La búsqueda de esas piedras a las cuales atribuían valor supremo, llevó a los Olmecas a emprender expediciones y tal vez, a crear colonias a grandes distancias de su centro principal, en dos direcciones: hacia el oeste y el norte, a través del Altiplano Central, hacia las serpentinas de Puebla y los jades de Guerrero; hacia el sur y el este, a través de Oaxaca y el Istmo de Tehuantepec, a lo largo de las costas de Chiapas y de Guatemala, hasta El Salvador y Costa Rica. Esto se debe a que los yacimientos de jade que los Olmecas pudieron explotar se encuentran situados muy lejos de su territorio: sin duda a una centena de kilómetros al oeste de Taxco, en las montañas de rocas metamórficas de Guerrero, en la cuenca del Balsas. En cuanto a la serpentina, fue en el actual Estado de Puebla donde casi con toda seguridad pudiero hallarla. La magnetita de que se sirvieron para producir sus extraordinarios espejos provenía, sin duda, de yacimientos situados al sur de la zona Olmeca ‘metropolitana’, en Oaxaca y en la extremidad meridional del Istmo de Tehuantepec.

Todo ello hace pensar que la expansión de la cultura olmeca podría deberse a la búsqueda de este tipo de piedras.
En cuanto a la producción de obras escultóricas que se han hallado en los principales focos olmecas, se pueden dividir en cuatro apartados:

Cabezas monumentales: han sido descubiertas en los yacimientos de La Venta, San Lorenzo, Tres Zapotes, Nestepe y Cerro Vigía.
La primera de ellas fue descubierta en 1862 en Tres Zapotes. Sin embargo, San Lorenzo fue un centro de poder territorial importante y por ello es este lugar donde se han encontrado el mayor número de cabezas colosales.
Son monolíticas, suelen medir entre 1’60 y 3 metros de altura; su peso oscila entre 6 y 25 toneladas, (aunque hay excepciones como la cabeza de Cobata, hallada en Tres Zapotes que posee 65 toneladas). Posee unas características físicas que recuerdan a las características étnicas Africanas: nariz ancha, labios gruesos y ojos abotagados, que se cubren con un casquete ajustado que cae por los lados. Cada una de ellas muestra rasgos faciales distintos, como si fueran retratos. Pudieron haber sido reyes o sacerdotes. También se ha especulado con la posibilidad de que fueran jugadores de pelota porque el tocado que llevan, ya que podría tratarse del casco de protección para este juego ritual. Otros sostienen que podrían ser ‘cabezas de linaje’, es decir que serían un monumento de culto a los muertos. Su significado, al igual que casi todo lo que rodea a esta cultura tampoco está claro, lo que sí se sabe es que las cabezas estaban totalmente pintadas porque la mayoría presentan restos de pintura.

Altares pétreos: encontrados en los yacimientos de La Venta, San Lorenzo y La Laguna de los Cerros. Estos altares se caracterizan por ser piedras monolíticas de forma prismática y con un tamaño aproximado de 2’50 x 1’60 cm. Poseen una decoración, tanto en bajo como en alto relieve, de escenas que sorprenden por sus volumetrías, aunque no se desmarcan del marco arquitectónico del que emergen. En numerosos altares se representa una figura sedente, emergente de una cueva u hornacina que se interpreta como la boca de un dragón, que podría representar al dios o diosa del Inframundo.
Hachas ceremoniales: otra de las representaciones típicas de los Olmecas. Su tamaño es bastante reducido, a pena superan los 30 centímetros de alto. Se decoran en la parte frontal con la figura de un extraño personaje, una mezcla entre real y fantástico. Para realizarlas utilizaron materiales de gran dureza como el jade o similares. Consiguieron un alto nivel de expresividad y una técnica de pulimentado muy perfeccionado.
Se cree que tuvieron un simbolismo religioso-ceremonial, ya que según aparecen en las ilustraciones del Códice Trocortesiano del Museo de América de Madrid, los dioses se valían de ellas para golpear las nubes para hacer que lloviera. Esta teoría cobra mayor fuerza teniendo en cuenta el lugar donde han sido halladas, cerca que construcciones ceremoniales.
-Figuras humanas de bulto redondo: son muy abundantes y poseen unas características muy avanzadas para la época, el escultor olmeca no se conformó con copiar meramente la realidad, sino que optó por la simetría y la monumentalidad de las formas.
También existe una pequeña muestra de pintura mural, aunque fuera del área central. En las cuevas de Oxtotitlán y Juxtlahuaca (Guerrero) existen escenas que representan posibles ceremonias elitistas con simbología olmeca.
En cuanto a sus edificaciones, estaban construidas con materiales perecederos, como son el adobe, el barro y la paja. Sus calles estaban dispuestas de norte a sur, sus edificios más importantes se situaban en torno a grandes espacios abiertos, y el resto de edificios se disponían en torno al centro ceremonial.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Las civilizaciones Precolombinas

Introducción
Las antiguas civilizaciones del Nuevo Mundo estuvieron repartidas desde América del Norte hasta el noroeste de Argentina. Dos grandes áreas geográficas lograron las cotas más altas de desarrollo cultural: Mesoamérica (incluidos Guatemala y el sur de México, con Belice, El Salvador, la región occidental de Honduras y la región occidental de Costa Rica en la periferia) y los Andes centrales (Perú, Bolivia, sur de Colombia, Ecuador, norte de Chile y Noroeste de Argentina). En ambas áreas geográficas la «civilización» se encontraba en marcha c. 1250 a. de C., y continuó en una sucesión de culturas diferentes, representadas por diversos estilos de arte, hasta la llegada de los conquistadores españoles a comienzos del siglo XVI. A través del mundo precolombino, el arte estuvo estrechamente relacionado con la religión y con la naturaleza. También estuvo relacionado con el poder secular. La arquitectura y la escultura fueron una manifestación del poderío, tanto político como religioso. Poderosos gobernantes podían ordenar a grandes contingentes de mano de obra la construcción de grandiosos centros ceremoniales. En su mayor parte, estos operarios trabajaban con herramientas de piedra. Estos pueblos no utilizaron la rueda, que no conocían, ni para el transporte ni para la elaboración de objetos alfareros. Si tenemos en cuenta estas limitaciones, sus obras fueron asombrosas.
Sólo los mayas, en el sur de Mesoamérica (300 al 900 d. de c.) poseyeron una auténtica forma de escritura. Por lo tanto, no existen fuentes realmente escritas que nos ayuden a comprender estas antiguas civilizaciones. La información nos puede venir de datos etnográficos y de antiguos relatos hechos por indios o por europeos, pero son sobre todo los restos materiales que quedan de estos pueblos -sus edificaciones, su escultura, su cerámica, sus piezas lapidarias y en algunos pocos casos sus tejidos- lo que suministra material para el estudio de estas civilizaciones. La difusión de los tipos de cerámica y de los estilos arquitectónicos y escultóricos constituye una fuente de información para definir las influencias ejercidas por un pueblo sobre otro. Materiales como la obsidiana, el jade, el pedernal y las conchas marinas, cuando aparecen en lugares en donde no son indígenas, indican la existencia de comercio. Una de las mejores fuentes de información es el contenido de las obras de arte, puesto que, aunque éstas no, fueran acompañadas por la escritura, las grandes culturas ya poseían lenguajes simbólicos bien desarrollados. Los elementos importantes de su universo -sus mitos, sus deidades, sus ceremonias y sus héroes históricos- están representados en el arte. Aunque todavía conocemos poco acerca de cómo interpretar estos elementos, contienen un buen conjunto de información cifrada.

A veces, la realidad objetiva se puede ver representada en el arte precolombino (como, por ejemplo, los retratos en piedra y yeso de los reyes mayas, o los jarrones con retratos y representaciones de especies animales y vegetales de la cultura mochica del Perú), pero con bastante frecuencia están mezclados elementos míticos, elementos que probablemente fueron igualmente «reales» para aquellos pueblos. El origen de los atributos de lo que parecen ser "monstruos surrealistas --deidades o criaturas sobrenaturales- puede por lo general encontrarse en elementos de la naturaleza, aunque se encuentren combinados mediante procedimientos poco naturales a ojos del forastero. Los rasgos humanos se pueden combinar con los de los grandes felinos (especialmente los jaguares), las aves de rapiña, las serpientes, los cocodrilos, las ranas y los sapos o las criaturas marinas. El jaguar, el felino más grande del Nuevo Mundo, era un poderoso predador, con cuyas proezas en la caza querían identificarse los hombres. Los jaguares, cuyo medio ambiental es preferiblemente el bosque tropical lluvioso, están relacionados de distintas maneras con la noche, la Tierra, las cavernas, los ríos, la lluvia y la fecundidad. Los jaguares son algunas veces tenidos quizá como antepasados sobrenaturales. Las demás criaturas, con alguna frecuencia también cazadoras y carnívoras, se encuentran asociadas con la vida en más de un campo y tienen la capacidad de cambiar de una forma a otra o de desprenderse de su piel muerta. Todas éstas son criaturas cuyos atributos fueron importantes para los pueblos precolombinos.
La imaginería funeraria es común, y es probable que esté asociada con la fecundidad y la regeneración. Así como las plantas renacen de la tierra, así también la vida del hombre se pensó que sería cíclica. Las más avanzadas culturas precolombinas creen todas en una vida futura y han dejado tumbas equipadas con ricos materiales funerarios. Algunas obras deben de haber sido hechas, específicamente, como tales objetos funerarios; incluso es posible que la mayoría de estos bellos objetos fueran confeccionados para acompañar al muerto hasta el otro mundo.
Otros trazos que también son elementos de su arte compartidos por todas las civilizaciones precolombinas avanzadas son el uso de tocados y vestiduras significativos, el empleo de ornamentos de orejas y nariz por la gente de elevada posición social: la escarificación, el tatuaje y la pintura de rostros y cuerpos, la exhibición o vestido de toda la panoplia bélica de los guerreros como símbolos de su condición social, la práctica de los sacrificios humanos rituales, la importancia que revestían los prisioneros o las víctimas propiciatorias para el sacrificio humano, el uso de bella cerámica y ropajes como objetos de uso ritual, el uso de los metales como adornos o como objetos rituales más que para fines utilitarios y la acentuación cosmológica en las cuatro direcciones del universo. Aunque los mismos temas se repiten dentro del arte de un estilo particular, nunca hay repeticiones exactas, e incluso la cerámica fabricada mediante moldes se acaba de formas variadas. Esta ausencia de reiteración repetitiva es otro trazo de las culturas precolombinas desarrolladas.
La arquitectura ceremonial consiste en edificios de piedra o de adobes situados sobre plataformas o pirámides, emplazados en torno a una plaza. Las estructuras se construían a menudo sobre otras anteriores. Los lugares elegidos suelen estar localizados a menudo en una colina o en sus proximidades. Debemos pensar que hubo un considerable trasiego de pueblos a lo largo de la historia precolombina. Dentro de las dos mayores áreas geográficas, los pueblos, a buen seguro, sabían de la existencia de los demás, se influirían mutuamente y harían proselitismo, y algunas veces se conquistarían los unos a los otros. La cuestión que se nos plantea es si los pueblos de alguna de estas dos áreas geográficas, en cualquier momento, supieron acerca de la existencia de la otra gran área. Ciertos trazos parecidos sugieren que en algunas ocasiones debió de haber algún contacto entre ellos. Por ejemplo, un motivo que nos presenta el dibujo de un triángulo escalonado con una voluta parece ser que fue de la región andina hasta Mesoamérica inmediatamente antes de la época de Jesucristo. Está ampliamente difundido en las dos áreas, y es probable que tuviera importancia distinta en épocas y lugares distintos. En el pasado se adelantó la idea de que pudieron existir vínculos entre las dos civilizaciones más antiguas: los olmecas de México y los chavines de Perú. Ahora, sin embargo, se piensa que pudo haber existido un pueblo antepasado de los pueblos de Mesoamérica y de los Andes centrales en algún lugar de las selvas tropicales de las tierras bajas del norte de Sudamérica. Esto podría explicar muchas semejanzas básicas, en particular el uso de ciertos motivos simbólicos, así como diferencias individuales.
El Arte Precolombino
Para acercarnos al arte precolombino debemos partir de premisas distintas de las que emplearíamos para el análisis de una obra de arte occidental actual.
Dentro del mundo precolombino, el arte no era un objeto para ser contemplado y gozado estéticamente, ni para ser expuesto en museos y casas, ni para dar "status" a una determinada clase social. Tampoco era mercancía dentro de un mercado, ya que no había un público consumidor de arte que lo usara para detentar poder económico y social.
El arte precolombino depende exclusivamente del culto religioso, es propiciado por la casta sacerdotal y compartido devocionalmente por el pueblo. Vale decir que si existiera un diccionario general de alguna lengua precolombina, la palabra "arte" no tendría cabida en él.
El exclusivo análisis formal del arte precolombino es improcedente, porque de ese modo lo desvinculamos de su contexto cultural originario, matando lo que tiene de vital. Si procedemos así se nos escapa la función mágico-religiosa de estos productos culturales, la cual nos va a dar en definitiva su significado último.
Repetimos: este arte es la plasmación de un mundo mítico, de una cosmovisión totalmente distinta de la nuestra, que si bien no funciona orgánicamente en las culturas indígenas de la actualidad, se encuentra de un modo sincrético 
en elementos incorporados al culto católico. Por ejemplo: en Guatemala, a Jesucristo se lo invoca, en algunas ceremonias de la región del lago Atitlán, con un rezo que se utilizaba en el período maya para invocar al dios Kukulkan; otro ejemplo sería la relación sincrética de la Pachamama-Virgen María de nuestro noroeste y Bolivia: el colla deja su acullico a la virgen como lo hacía antiguamente a la Pachamama.
El mito
El mito es una estructura vital, un relato, la manera más elemental que tiene el hombre para interpretar el mundo, insertarse en él y reconquistar la unidad perdida. El mito permite que lo insólito se convierta en lo habitual, se mueve en el tiempo y se reinterpreta de acuerdo con los sucesos históricos.
De ahí que los teóricos metafísicos (Mircea Eliade, Huberty Mauss) que consideran al mito exclusivamente como una estructura de validez ontológica permanente, fuera de la historia, se equivocan.
Lo cierto es que, cuando hay hechos que conmueven a la comunidad, éstos se incorporan a la estructura mítica. El mito está relacionado siempre con el proyecto que cada cultura tiene con respecto al mundo y da a cada integrante del grupo su personalidad y su función, proporcionando un patrón de valores, ordenamiento social, creencias y sistema mágico cuya función es reforzar y prestigiar las tradiciones, dotando de sobrenaturalidad a acontecimientos completamente naturales.
De ahí que el mito incorpore y elabore acontecimientos históricos concretos a la vez que, conforme sobrevienen nuevas necesidades de la comunidad y en función de las mismas, se van agregando acontecimientos míticos puros.

El artista
Cuando un escultor tolteca o maya esculpe un dios, lo que está realizando no es la representación de su imagen, sino que está haciendo al dios mismo. El templo donde se lo colocará será su verdadera morada y, en muchos casos, quedará definitivamente oculto de la contemplación de sus adoradores.
Esto quiere decir que la gratificación que buscaba el ejecutor de la escultura no provenía del reconocimiento por su obra. Otros eran los mecanismos que lo llevaban a la creación. El "artista" -vamos a llamarlo así por una razón de comodidad aunque no sea exacto- se instruía en contacto con los testimonios de obras anteriores, respetando la tradición heredada a través de las generaciones.
Lo fundamental para ellos era aprender la técnica, lo que hacía que la labor artística se transformara en un oficio que, generalmente, estaba subordinado al culto religioso.
El artista era un trabajador más de la comunidad. Lo individual quedaba subsumido en la empresa total. Por lo tanto, el creador era un engranaje más dentro de la actividad comunitaria. Ninguna obra llevaba el nombre de su autor, por lo tanto, para nosotros, son anónimas. Eso no significa que la comunidad no valorara ni reconociera al buen artista; sabemos que los Incas, al conquistar el reino Chimú, reconocieron la calidad de sus orfebres a tal punto que éstos fueron trasladados a un barrio de Cuzco con toda clase de prebendas y beneficios para que siguieran produciendo sus obras.
En el caso de la arquitectura monumental, todo el pueblo colaboraba para levantar los grandes centros de culto. Lo importante es el producto y no quien lo produce; la obra cumple un función determinada, y quien o quienes' la ejecutan lo que hacen es prestar un servicio. Muchas veces, los mismos sacerdotes suelen ser los artistas o, en su defecto, los que dirigen la obra, ya que generalmente en la elaboración de la misma hay que ir cumpliendo con rituales rígidamente estipulados.
El arte precolombino es un arte de servicio de sustitución, cuyo fin es extraartístico, tal como lo podríamos entender nosotros. En él, no se trata de que la obra sea verosímil sino creíble. En estas sociedades teocráticas, estas obras son aceptadas por el grupo sin restricciones e incorporadas a la vida cotidiana. No se da la relación dicotómica entre creador-espectador, como en nuestra actual sociedad.
El significado complejo e intrincado de este arte permanecía oculto para el pueblo y su manejo estaba exclusivamente en manos de la casta dirigente, única que tenía acceso a él y, por ende, al conocimiento del mensaje significativo de esas obras.
Pero el pueblo, a distancia, compartía esta religión oficial y, aunque la simbología profunda de las efigies de los dioses permaneciera oculta para la mayoría, en toda la comunidad precolombina se crea un lenguaje compartido y con un nivel de acceso común a todos.
Es necesario aclarar que a través de los siglos, junto a esta religión oficial, el pueblo siguió creyendo en sus viejos cultos populares que originaron, paralelamente al arte oficial elitista, un arte doméstico, cuyos últimos estertores los visualizamos en comunidades agrícolas contemporáneas (tal el caso del culto a la Pachamama en nuestro noroeste).